Cuando somos adolescentes una de las cosas que suceden es que empezamos a cambiar, tanto física como emocionalmente. Muchas veces empezamos a sentir que nadie nos entiende, que nuestros papás nos persiguen para que hagamos las cosas y a veces dan ganas de contestarles y desafiarlos. Esto muchas veces hace que comencemos a tener conflictos con ellos y que pasen a hacernos sentir frustrados y enojados. 

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De igual forma, los amigos empiezan a ser lo más importante en nuestra vida, buscamos encajar y que los demás nos aprueben, o al menos, no salirnos de lo que se considera normal. Muchas veces esto nos empuja a hacer cosas de las que no se está tan convencido como pueden ser: comenzar a fumar, a beber alcohol o a experimentar con la sexualidad, pero sin estar muy preparados o seguros de querer hacerlo. 

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En esta etapa también empezamos a buscar quién queremos ser tanto en las cosas que más nos gusta hacer como empezar a definir qué queremos estudiar, qué nos gustaría hacer con nuestra vida cuando acabemos la escuela, si queremos empezar a tener novia/novio, etc. 

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Todas esas cosas implican retos nuevos que no siempre son tan fáciles de llevar solos y es más fácil poder entender y encontrarle sentido entre dos. Encontrar un espacio propio para hacerlo, ayuda a que podamos hablar de cómo nos sentimos, lo que en realidad nos gusta hacer, sin miedo a que nos juzguen o regañen se hace más fácil con alguien fuera de la familia y amigos ya que se tiene un punto neutral y objetivo. 

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